viernes, 21 de noviembre de 2008

Una semana ¿Entretenida?

Ésta que acaba de pasar, ha sido una de las semanas más movidas que yo recuerde. Me he visto obligada a mentir, quizás sería más exacto decir hacerme pasar por otra persona, me han amenazado, he viajado en el ave a Madrid y he cambiado información por mi bolígrafo preferido, un serie limitada de Montblac.
Pero también ha habido alguna cosa positiva, casi providencial, diría yo, la mejor conocer a Josepa Gratell, Sepa para los amigos, una recién nombrada detective de los Mossos d’Esquadra que junto a Miquel Molina se encargan del caso de Clara Ochoa. Resulta que al margen de todo este desbarajuste, hace tres meses que he empezado mi nueva novela, que pretende ser del género negro. En las anteriores intervenía la Policía Nacional pero en la actualidad, desde el 2005, quien se encarga son los mossos y desconocía su funcionamiento, cosa que ya no sucede gracias a mi nueva amiga Sepa.
Pero mejor centro el relato y empiezo por el principio.
El jueves día 13 llegué a la Comisaría de Les Corts y me recibió Josepa Gratell:
–Señora Cortijos, me ha tenido usted bien entretenida con sus relatos.
–Gracias, ha sido una experiencia gratificante para mí hasta esta mañana.
–Lo imagino ¿le importaría que fuéramos a tomar café fuera? Mi compañero está entrevistando a un familiar de Clara Ochoa y no me gustaría hacerla esperar. Además necesito fumar un cigarrillo.
–De acuerdo.
–Le propongo ir hasta la Illa, en el sótano hay un Jamaica.
–Ya veo que es cafetera, sabe dónde encontrar buen café.
Sonríe por primera vez, luego lo hará a menudo con diferentes registros.
–Algo de eso hay. Mi nombre es Josepa Gratell, había olvidado decírselo.
Andamos las dos manzanas que nos separaban del centro comercial mientras Sepa se fumaba el cigarro. Al llegar, bajamos a la planta sótano donde se encuentran tiendas de alimentos, cafeterías y restaurantes.
Nos sentamos en el Jamaica y pedimos café, yo solo, ella cortado.
–Me gustaría conocer su opinión, señora Cortijos.
–Preferiría que me llamara Antonia, así no me sentiría oficialmente interrogada.
–De acuerdo, a mí llámeme Sepa ¿Cómo se le ocurrió colgar en internet las cartas de una mujer desconocida?
Transcribo un trozo de la presentación que en su día hice de Clara Ochoa por si ya no os acordáis, si queréis más información podéis leerla en su totalidad si abrís el mes de Julio y vais al principio: “¿Por qué he aceptado este papel de mediadora? A esta pregunta puedo contestar yo y mi respuesta será la verdad: Porque soy una lectora compulsiva, y la forma en que me escribe, como un goteo deslabazado, caótico en la línea de tiempo, me ha enganchado.
Esa es la palabra exacta, estoy enganchada a un misterio que se me va desvelando lentamente, y he tenido que aceptar sus condiciones si quiero verlo revelado hasta el final.”
–Lo explico al principio de la historia, mi amigo Javi…
–Si, si, eso ya lo sé –me interrumpe– pero pensé que era un invento suyo.
–¡Que va! Todavía es él quien cuelga cada semana los escritos en mi blog, yo soy una negada para estas cosas, se lo envío por mail y Javi hace el resto, si no fuera por él toda esta historia habría acabado hace tiempo.
–De todas formas…
Ahora soy yo quien la interrumpo, creo saber por donde va.
–Creo que lo que me quiere preguntar es ¿Cómo pudo ser tan irresponsable? Y seguramente lo fui, sobre todo visto desde el momento actual, cuando sé que no fue Clara Ochoa quien me envío esos escritos, pero recuerdo que cuando la encontramos, sobre una mesa cercana había una especie de diario con casi todas las hojas arrancadas. Estoy casi segura que lo escrito en esas hojas fue lo que se me envió a mí. Desconozco el motivo, pero puedo pensar que fue para mantener la ilusión de que Clara Ochoa seguía viva. Recuerde que me llamó por teléfono no hace mucho. Al hablar estos días con familiares y amigos me han dicho que seguían mis escritos y que se ajustaban bastante a la verdad, con matices, ya que todo era visto a través de sus ojos y que la conversación telefónica no les sorprendió, era una reacción bastante natural en ella quejarse por casi todo. Lo que sí les sorprendió es que tardara tanto en hacerlo.
–En realidad, aun no podemos decir oficialmente que la muerta sea Clara Ochoa, los gusanos hacen bien su trabajo y la cara estaba irreconocible. Ustedes llegaron a esa conclusión porque era mujer y porque estaba en su casa.
–Ni se me pasó por la cabeza que pudiera ser otra persona. Yo no la conocía pero Encarna… en fin, no dudó ni un momento.
–¿Usted sabía que en el testamento de Clara Ochoa se nombra a Encarna Suárez su heredera universal?
–¿Por qué iba a saberlo? Yo solo conozco lo que me han enviado. Por cierto que le he traído las cartas por si les pueden ayudar, están escritas a mano. Eso fue lo primero que me atrajo, ya nadie escribe a mano.
Abro el bolso y le entrego todas las cartas.
–Están bastante manoseadas, como iba a imaginar…
–No se preocupe, servirán. Así que Encarna no le dijo nada.
–No, solo que se habían enfadado hacía bastante tiempo.
–Seis meses escribió usted la semana pasada.
–Exacto. Veo que ha leído con atención. Fue muy poco después cuando empecé a recibir las cartas. No tenían remite y no podía ponerme en contacto con ella. Parece que usted sospeche de Encarna.
–Sospechamos de todos.
–Lo digo por lo de la herencia ¿fueron a parar a Clara Ochoa todos los bienes de su marido? A lo mejor no le dejó nada.
–Casi todo, Antonia, la excepción fue una importante cantidad de dinero que le dejó al hijo de una de sus primas, se rumorea en la familia que era hijo suyo.
–Pues sí que han trabajado rápido, si saben todas esas cosas desde esta mañana.
–Internet no solo sirve para escribir blogs,
–Ya me imagino.
–¿Quién piensa usted que pudo matarla?
–¿A quien? Porque me acaba de decir que hasta los resultados del ADN, me imagino, no pueden estar seguros de que el cadáver sea de Clara Ochoa debido al mal estado del cuerpo.
Esta vez la sonrisa fue amplia.
–Está bien, creo que tendremos que tomarnos otro café, cuando estemos seguros de que el cadáver que descubrieron en la casa era el de Clara Ochoa.
Volví a mi casa meditando sobre todo lo que habíamos hablado, me sentí inquieta, pensé cuanta razón tenía la frase: “La vida supera la ficción”. Lo estaba viviendo en carne viva. Pero aun no habían acabado las sorpresas. Al llegar a casa, mi marido me dio un sobre enviado por mensajero. En su interior, un billete de ida y vuelta para el Ave con destino Madrid para el día siguiente y una nota a máquina: “Tengo información para aclarar el crimen de Clara Ochoa pero no puedo acudir a la policía, le ruego encarecidamente que venga mañana a Madrid, a mí me es imposible desplazarme por motivos de salud. Le adjunto billetes de ida y vuelta en el Ave. La estarán esperando. ¡Por favor, es de suma importancia!”
Definitivamente la vida supera la ficción.